25 de julio de 2007

LA INDUSTRIA DE CINE EN EL PERÚ




por Christian Wiener F. (publicado en PALESTRA del PUCP)


El cine, considerado también el séptimo arte, es sin duda entre las actividades culturales una de las que mejor encaja en el concepto de lo que conocemos como proceso industrial. En efecto, la etapa de la creación y producción de una película es un largo, complejo y costoso trabajo en equipo a través de diversas instancias o fases artísticas y técnicas que van desde el guión y la preproducción hasta la edición final, con los acabados y efectos especiales. Pero allí no acaba la trayectoria de una obra fílmica, que como todo producto cultural (y comercial) tiene como meta última llegar al público, y recuperar su inversión en las taquillas, para lo cual requiere un marketing de lanzamiento para distribuirse y exhibirse en las salas de cine del país de origen y de ser posible, del mundo entero (accediendo en segunda instancia a las otras ventanas de exhibición, como el video o DVD casero, la televisión por cable y finalmente de señal abierta).

Esta maquinaria de producción, con cientos y hasta miles de personas implicadas en la realización y difusión de cada película, la podemos encontrar en los Estados Unidos y su modelo “mainstreen” -que los grandes medios de comunicación presentan como el paradigma del cine mundial- así como en algunos países de la vieja Europa, Asia (principalmente India, China, Corea, Japón, Filipinas) y de América Latina (Argentina, Brasil y México); donde por tradición, infraestructura y mercado, se puede hablar de una industria cinematográfica medianamente consolidada (no por ello exenta de problemas y crisis). Pero en el resto de naciones, entre las cuales se incluye el Perú, con pequeños índices de producción, precarias condiciones técnicas, carencia de productores y escaso apoyo del Estado, amén de un reducido mercado interno y escasa o nula incidencia en el mercado externo ¿es posible hablar de una efectiva industria cinematográfica?

En todo caso, más preciso sería hablar, para el Perú y otros países del área, de una artesanía, formada por directores-productores lanzados a concretar proyectos personales, buscando diversas fuentes de financiamiento, como la inversión personal, el trabajo cooperativo, las ayudas y créditos exteriores y, muy eventualmente, los incentivos provenientes de concursos y apoyos con fondos estatales. Es cierto que gracias a la práctica fílmica impulsada por legislaciones promocionales anteriores[1], así como el ejercicio publicitario y televisivo, existe hoy una pléyade importante de personal técnico y artístico de primera calidad, pero cuya participación cinematográfica es escasa y esporádica, no obstante su incremento en los últimos años gracias a las nuevas tecnologías digitales, que abaratan costos y tiempo, aunque también calidad.

Lo más grave es que estas producciones después deben competir por un espacio en su mercado con las películas de cinematografías más desarrolladas, y especialmente con la industria de Hollywood y su gigantesco y multimillonario poder mediático, que domina monopólicamente las pantallas de casi todo el orbe[2], al punto que en diferentes lugares se han dictado medidas para limitar su presencia o que esta no ahogue a la nativa, facilitando el ingreso del cine local a las salas., pese a la oposición de las principales compañías distribuidoras y exhibidoras, cuyo principal proveedor son las empresas de Estados Unidos (conocidas como las “Majors”). A ello se agrega el pernicioso incremento de la piratería videográfica, endémica en países como el nuestro, y que si bien afecta a todas las cinematografías por igual, resulta más perjudicial para nuestras débiles y limitadas producciones.

Con este panorama podríamos preguntarnos si es viable (y rentable) seguir apostando a la consolidación de un cine nacional, sobretodo teniendo en cuenta la estrechez del mercado local, circunscrito en gran medida a algunos barrios de la capital, donde se encuentran los centros comerciales que albergan a las multisalas[3]. Incluso se podría argüir la teoría de la “ventaja comparativa”, para descartar la posibilidad de desarrollo de una industria competitiva frente a los otros países (o país) que pueblan nuestra cartelera. Pero a pesar de eso, se sigue haciendo cada vez más cine, e incluso en los últimos tiempos, se vienen sumando jóvenes y cineastas del interior del país a los más experimentados, y no por un espíritu romántico o mera necesidad expresiva, sino porque este medio es una de las expresiones mas claras y reconocibles de la identidad cultural de los pueblos en la época contemporánea, lo que le otorga un papel relevante en la información, educación, testimonio y desarrollo cultural de la sociedad, tanto a nivel interno como externo; además de un importante elemento de intercambio comercial y fuente de empleo para no pocas personas.

Por esa razón muchas naciones que ostentan una presencia en este campo tienen diversas formas de apoyo por parte del Estado a su cinematografía, sea vía leyes como en Europa (Francia, España) o América Latina (Argentina, Brasil, México, Colombia, Venezuela), disposiciones de subvención y beneficios, políticas de promoción, incentivos, o directamente impulsadas por sus estados, como en el caso de China, Cuba e Irán. Según informe de la UNESCO, suman más de 90 los países que en la actualidad tienen algún tipo de norma promocional a su producción cinematográfica[4]. En el caso peruano, luego de la derogatoria de la norma promocional de la época militar por el gobierno de Fujimori, este mismo régimen promulgó una nueva ley de cine, vigente hasta el presente, que establece como principal estimulo la convocatoria de concursos desde el Estado para apoyar la producción de largos y cortometrajes. Lamentablemente la Ley 26370 sólo se ha cumplido en sus diez años de vigencia en un 10 a 15% de lo estipulado en su texto porque los sucesivos gobiernos se negaron a entregar las respectivas partidas presupuestales, lo que la convirtió en renga e ineficiente para sus propósitos declarados. De ahí que los cineastas insistan en la necesidad de una nueva legislación, a semejanza de otros países hermanos, que permita disponer de fondos provenientes de la propia actividad comercial cinematográfica, de manera permanente y autónoma, para garantizar la continuidad de la producción en el país, y la posibilidad de ampliar las fuentes de financiación tanto nacional como internacional.

La demanda de los cineastas y personalidades de la cultura por la inclusión de una excepción o reserva cultural en las negociaciones del TLC del Perú con los Estados Unidos era en el mismo sentido, pues tratándose de un intercambio absolutamente desigual con la mayor potencia en el campo audiovisual a nivel mundial, resultaba imperativo que el Estado peruano garantizara en el texto del acuerdo comercial, el derecho a mantener políticas públicas de apoyo a la producción nacional en materia cultural, sin estar atado a los preceptos del comercio internacional como “apertura de mercados”, “nación más favorecida” o “requisitos de desempeño”. Asunto actualmente en gran controversia internacional, y que ha sido acogido en el texto de la Convención por la Diversidad Cultural aprobada recientemente por los países miembros de la UNESCO[5].

Es cierto que una cinematografía no nace ni subsiste sólo por un marco legislativo o auxilio estatal, porque la creatividad y el talento no aparecen por decreto, pero también es preciso señalar que no puede consolidarse una industria fílmica en un país pequeño como el nuestro, con un reducido mercado y dominado por la producción de un solo país, sin apoyo de un Estado moderno que cautele y respalde a sus expresiones culturales y defienda el derecho de expresión y difusión de sus ciudadanos, propiciando –sin dirigismo ni censura- la creación, producción, distribución y exhibición, nacional e internacional, de obras de peruanos sobre las distintas realidades y visiones del Perú, pasado, presente y por que no, futuro. Para ello es también fundamental la consolidación de mercados de intercambio cultural (y no sólo comercial) a nivel global y especialmente regional, con programas que permitan un mayor grado de integración como el caso de IBERMEDIA[6]

De esta manera se podrá consolidar en el país una efectiva industria cultural cinematográfica, con un volumen de producción constante e importante, que involucre a productores que sepan del oficio, además de finanzas y marketing, y sean elementos propiciadores para los nuevos y veteranos realizadores[7]; con técnicos capacitados y mejor pagados, que puedan competir con sus pares del exterior[8]; con actores y actrices destacados e identificables más allá de nuestras fronteras; y con cadenas de distribución en el Perú y el extranjero que no vean a la producción nacional como un exotismo y sepan colocarla y promoverla en los principales festivales y mercados del sector, con salas de exhibición que den la debida importancia a lo nativo, ampliándose a un público cada vez más amplio y popular (y no sólo limeño) y, por supuesto, un espectador y aficionado, cada vez más mayoritario, que vuelva a reconocerse en esas imágenes y sonidos como propios, ampliando el fenómeno de recepción local que viene obteniendo el pujante cine del interior.

Eso no garantiza per se, evidentemente, grandes ni mejores películas, pero si establecer un marco básico para el desarrollo del talento y la creatividad de nuestros cineastas, y de una industria cultural realmente sólida y pujante. Como fue señalado hace algunos años en el Suplemento Dominical del Diario El Comercio: “no se trata de llorar penas. Ni de exigir imposibles. Se trata de invertir en lo que los peruanos obviamente tenemos: talento para hacer buenas películas. Un país que ha podido producir “La Boca del Lobo”, “El bien esquivo” y “Caídos del Cielo” tiene futuro en materia de cine. Pero no podemos depender de nuestro heroísmo...El fomento al cine peruano no es solo una necesidad social y cultural sino también una inversión capitalista. México, que tanto apoyo a su cine vivió un tiempo de ingresos de películas mexicanas en Latinoamérica y España. Hoy, Estados Unidos percibe ingresos millonarios por las películas americanas que se dan en Europa y el resto del mundo. No promover el cine peruano es un desperdicio. Como en tantas cosas, en el cine el cine estamos perdiendo plata. Mientras tanto, los americanos celebran hoy el Oscar....”[9].

NOTAS.-

[1] En el caso del Perú se refiere al Decreto Legislativo Nº 19327, o Ley de Promoción a la Industria Cinematográfica, dictada en 1972 en el régimen militar del General Velasco y que tuvo una vigencia de veinte años, tiempo en el cual se realizaron más de sesenta largometrajes y mil cortometrajes, forjándose algunos de los más importantes cineastas actuales como Francisco Lombardi, Alberto Durant, Augusto Tamayo, Maryanne Eyde, Aldo Salvini, etc.

[2] Sobre el predominio del cine norteamericano, el colombiano German Rey afirma que: “En Estados Unidos las industrias culturales aportan 7.8 % al Producto Interno bruto, mientras que en México su contribución es de un 5.7, en España 4.2, en Canadá 3.1 y en Colombia 2.1…. En el 2001, facturaron 791 miles de millones de dólares. Las exportaciones de esas industrias han crecido desde 1991 un 9.4 por ciento. Los ingresos por exportaciones de la industria cinematográfica norteamericana pasaron de 7 miles de millones de dólares en 1991, a 14,69 miles de millones de dólares en el 2001. El aporte de las industrias audiovisuales (cine, video y televisión) al PIB en Estados Unidos es del 2.8%, mientras que en los países latinoamericanos es en promedio de 0.7 por ciento”. En LA HUELLA EN EL ARENAL, La Cultura en la negociación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Mimeo del Convenio Internacional Andrés Bello.

[3] Luego de una larga y aguda crisis, que llego a su etapa más crítica a inicios de los años 90, con centenares de salas cerradas en Lima y provincias; el negocio de la exhibición cinematográfica tuvo una cierta recuperación con el auge de las multisalas, especialmente en los barrios acomodados y de clase media de Lima. Lo cierto es que por precios y otros factores, la asistencia al cine ha dejado de ser un entretenimiento popular (más aún con la competencia de la piratería), lo que sin duda también afecta al cine nacional frente a su público natural (mayor información al respecto en LA HISTORIA SIN FIN. El cine peruano en los noventa; por Christian Wiener. En La gran Ilusión Nº 5. Fondo Editorial de la Universidad de Lima –segundo semestre de 1995-)

[4] Incluso el cine estadounidense recibe un importante apoyo gubernamental, principalmente en las negociaciones bilaterales y multilaterales de los Estados Unidos en temas como patentes y derechos de propiedad intelectual, además de liberalización de mercados.

[5] El artículo 10 de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural dice: “ante los desequilibrios que se producen actualmente en los flujos e intercambios de bienes culturales a escala mundial, es necesario reforzar la cooperación y la solidaridad internacionales destinada a permitir que todos los países, en particular los países en desarrollo y los países en transición, establezcan industrias viables y competitivas en los planos nacional e internacional”.

[6] El Fondo Iberoamericano de ayuda IBERMEDIA fue creado a nivel de la cumbre de gobernantes en 1997, y provee fondos de los países miembros para estimular la coproducción y difusión de obras fílmicas. El Perú lo integra desde el año 2001 pero su participación no ha estado exenta de problemas por los atrasos en los pagos de la cuota anual y los inconvenientes presupuestales y burocráticos a la participación de los delgados nacionales en las reuniones anuales (y deliberantes) del organismo.

[7] Salvo contadas excepciones, no existen productores ni empresas productoras dedicadas exclusivamente a ese rubro. En su mayoría lo que existen son directores que también son productores, sacando adelante sus proyectos personales, pero sin el empuje empresarial ni sectorizado que requiere una industria que se precie de tal.

[8] En el nuevo proyecto de ley se contempla la creación de una “Film Comission”, que al igual que en muchos otros países; supervise, propicie y brinde facilidades de locaciones, personal y equipos para la filmación extranjera en el país.

[9] Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio del 24 de marzo del 2002.

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