3 de mayo de 2011

Disolver o transformar el CONACINE

Lo que viene sucediendo en CONACINE y la amenaza de su inminente disolución, no es tan sorpresiva o inesperada. Sin duda, uno de los grandes meritos de la Ley 26370 fue la creación del CONACINE y su Consejo Directivo, muy superior en atribuciones y composición a lo que había sido la COPROCI de la ley anterior. La creación de un organismo autónomo y representativo ha sido una de las reivindicaciones de larga data de los cineastas, y hay que justos en reconocer que uno de los que más luchó y forcejeó porque este tema se incluyera en la ley fue Armando Robles Godoy.

Sin embargo, el Consejo creado por el gobierno de Fujimori adolecía de un problema estructural, porque su autonomía era bastante limitada y precaria, por decir lo menos, empezando por la insuficiencia de fondos del Estado (en abierto incumplimiento de la Ley) y el escaso margen para tomar decisiones de sus miembros (recuérdese todo los líos sobre los viajes de la Presidencia del CONACINE a Ibermedia y otras instancias internacionales, “resueltas” de forma tan irregular como colectas de las empresas concursantes).

Por esta razón, cuando estuvimos en la Comisión creada por el CONACINE para la elaboración de un proyecto de nueva Ley de Cine, consideramos que la única solución para este impasse era convertirlo en un Instituto (que se llamaría INCINE), y que tuviera categoría de Organismo Público Descentralizado (OPD), que es la única instancia que permite el Estado con plena autonomía económica y funcional (ver: http://porlanuevaleydecine.blogspot.com/2007/07/proyecto-de-nueva-ley-de-cinematografa.html ). Para citar algunas OPD’s, tenemos al INDECOPI, CONCYTEC y la Biblioteca Nacional. Lamentablemente el proyecto de ley no pudo prosperar en el Congreso en los años de Toledo, y uno de los puntos objetados por la PCM y el MEF fue la creación de este organismo, aduciendo que no se había hecho los estudios correspondientes, que el cine no ameritaba ese status, que cual era su impacto social, etc. Eso no significa que no se pudiera hacer del CONACINE una OPD (legalmente es factible) sino que no se tenía el peso social y político para lograrlo. Por esa razón, cuando se volvió a discutir en los últimos años sobre la nueva ley, esta posibilidad no volvió a ser mencionada, por temor a que no fuera aceptada por el Ejecutivo. Lamentablemente, vemos ahora que no fue tan acertado no tomar el toro por las astas, y buscar más bien una nueva ley integral de cine antes que quedarnos parchando la vigente.

El problema de fondo es determinar la función del CONACINE (o lo que fuera que lo reemplace), que no debe limitarse a ser una gestora de concursos con recursos públicos, porque valgan verdades, para esa actividad no se requiere de ningún consejo ni mayor autonomía sino simplemente de un eficiente administrador. Pero si lo entendemos, como dice la Ley, en tanto organismo rector de la cinematografía en el Perú, que debe abordar el cine en su integralidad, desde la creación hasta la exhibición, sin dejar de lado el ámbito cultural y académico; si es pertinente y necesario lograr esa independencia y capacidad de decisión propia.

Lo cierto es que ahora estamos a punto de presenciar la desaparición del CONACINE, lo que sería un grave error, de consecuencias funestas para el futuro del cine nacional. Eso, independientemente de lo que cada uno juzgue sobre el accionar de los actuales o pasados miembros, empezando por la presidenta, o del propio funcionamiento del organismo en estos 16 años de ejecutoria de la Ley. Porque la “absorción” burocrática por el Ministerio de Cultura sólo agravará los problemas de un manejo personalizado y sin mayor comunicación y fiscalización de nuestras autoridades. Eso, además, nos deja en ridículo en el marco internacional, aunque eso parece no quitarle el sueño a nuestros gobernantes.

Por ello, y si bien en lo inmediato debemos defender todos el espacio de la ley y el CONACINE ante las acciones de un Ministerio que, aunque es de Cultura (y por el que tanto luchamos,) no parece tener nada claro lo que se juega en esta instancia. Pero también, no quedarnos en mantener el status quo de estos años y apuntar, ahora sí, a una nueva ley de cine integral, que tome por fin en serio al cine y el audiovisual en general como fenómeno cultural, económico, comercial y social, y que este acorde a los desafíos de las nuevas tecnologías, ya no podemos seguir pensando como única salida y fin a las pantallas de los cines comerciales, sin que ello signifique, por supuesto, dejarlas al imperio de las Majors. Parafraseando una vieja frase sobre la guerra, el cine es muy importante para dejarlo en manos de los burócratas, pero también es mucha responsabilidad para quienes no sean capaces de ver más allá de sus intereses particulares.

Christian Wiener

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