30 de enero de 2009

México, una ciudad con leyes para el cine

En apoyo a la industria cinematográfica mexicana y para agilizar los procedimientos administrativos vinculados con la planeación, filmación y producción de obras audiovisuales, el Pleno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la creación de las leyes de Fomento al Cine Mexicano y de Filmaciones, lo que pone a la Ciudad de México a la vanguardia en ambas materias.
Debido a que la industria audiovisual y cinematográfica genera cerca de 4 por ciento del PIB, así como alrededor de 150 mil empleos formales y 250 mil informales al año en la capital, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Filmaciones con la que se crea la Comisión de Filmaciones de la Ciudad de México y se agilizan los procedimientos administrativos vinculados con la planeación, filmación y producción de obras audiovisuales.
La Ley de Fomento al Cine Mexicano en el Distrito Federal busca regular las acciones de promoción y desarrollo de la industria cinematográfica en el Distrito Federal, por lo que se considera al cine mexicano producido en el D. F. como patrimonio cultural, dentro de la categoría de bienes de valor histórico, con capacidad para integrar a la sociedad y como fuente de investigación e interés colectivo. Con la aprobación de la Ley de Fomento, se creó el Fideicomiso de Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano (PROCINEDF) que tendrá por objetivo apoyar, fomentar, promocionar y desarrollar permanentemente la industria cultural cinematográfica mexicana en la Ciudad de México.

- Más detalles sobre la aprobación: http://www.asambleadf.gob.mx/index2.php?pagina=15178

- Más detalles sobre la Ley de Filmación: http://www.asambleadf.gob.mx/index2.php?pagina=15193

O en la pagina web de IMCINE: http://www.imcine.gob.mx/

Fuente: Boletín CAACI, Enero 2009

Record de estrenos venezolanos en el 2008

El 2008 podría catalogarse como el año en el que el cine venezolano dio un salto cuantitativo y cualitativo del cine, pues se materializó no sólo el estreno comercial más grande que se haya registrado en la cinematografía nacional, con 35 títulos estrenados en cartelera cinematográfica, sino que se evidenció una diversidad temática, estética y de lenguajes cinematográficos, tal y como lo dio a conocer el Centro Nacional de Cinematografía (CNAC)

Este récord histórico para la cinematografía venezolana, comenzó el 16 de enero de 2008 con el estreno del documental "Mas allá de la cumbre" de Juan Carlos López Durán, al cual siguieron los estrenos de "El tinte de la fama" de Alejandro Bellame; "María Lionza, aliento de orquídeas" de John Petrizzelli; "Por un polvo" de Carlos Malavé y "Cyrano Fernández" de Alberto Arvelo; mientras que en marzo y abril se realizaron los estrenos de "Trampa para un gato" de Manuel de Pedro y "El enemigo" de Luis Alberto Lamata.
Posterior a esta fecha, los siguientes estrenos se dieron entre agosto y diciembre cuando salieron en cartelera las producciones: "1, 2 y 3 mujeres" de Andrea Herrera, Andrea Ríos y Anabel Rodríguez; "Comando X" de José Antonio Varela; "El infierno perfecto", de Leonardo Henríquez; "Despedida de soltera" de Antonio Llerandi; la coproducción "La punta del diablo" de Marcelo Paván; "Perros corazones" de Carmen La Roche; "Cuando la brújula marcó el sur" de Laura Vásquez; "La virgen negra" de Ignacio Castillo; "Bloques" de Alfredo Hueck y Carlos Caridad, "Macuro" de Hernán Jabes; "A mí me gusta" de Ralph Kinnard y "Cuando me toque a mí", de Victor Arregui.

De las producciones mencionadas, 16 son largometrajes de ficción, 8 son óperas primas, 3 son documentales y 2 coproducciones con otros países.El impresionante repunte que tuvo el cine venezolano durante 2008 no fue producto del azar, obedece a muy concretas políticas de estímulo que desde el sector público han venido implementándose para llevar al cine venezolano a un nuevo nivel y poder imaginar como posible un cine con nuevas estéticas, técnicas y lenguajes. En la búsqueda de que estos esfuerzos no se pierdan, el CNAC de Venezuela tiene previsto para 2009 el estreno de al menos 44 producciones, entre cortos, medios, largometrajes, óperas primas y coproducciones.

Fuente: Boletín CAACI, enero 2009.

Cine peruano: la cosecha del 2008




El 2008 fue un año lleno de paradojas para el cine peruano. Por una parte el CONACINE, gracias a la gestión de su Presidenta, Rosa María Oliart, tuvo un significativo incremento en el presupuesto para los concursos (aunque sin alcanzar la cifra estipulada en la Ley 26370), lo que le permitió al organismo oficial del cine peruano realizar más concursos y diversificar las ayudas económicas, que en esta oportunidad alcanzaron también a la postproducción y lanzamiento, así como a los cortometrajes; además del otorgado a la producción de largometrajes. A su vez, Perú aumentó a 150,000 dólares su aporte anual al Programa IBERMEDIA, lo que le facilitó poder obtener mayores beneficios para la producción y el desarrollo de proyectos.

De otro lado, fue uno de los años que hubo mayor cantidad de estrenos, diez según refiere una nota del CONACINE reproducida en Cinencuentro: http://www.cinencuentro.com/2008/12/30/el-cine-peruano-del-2008-en-taquilla/

De los diez estrenos, tres fueron exhibidos de forma alternativa, en formato de video, y los siete restantes se estrenaron en versiones en celuloide en salas comerciales de Lima y algunas capitales del interior del país.

Sin embargo, y como puede apreciarse de las cifras consignadas, en líneas generales la respuesta del público peruano a su producción fílmica es bastante pobre, y aún en los casos más taquilleros, estos resultan muy inferiores a algunos estrenos de años anteriores, para no hablar de los reszultados económicos que el cine nacional alcanzaba en los años ochenta. No deja de ser sintomático de un divorcio entre los realizadores y su público natural, que sólo tres filmes de los estrenados este año hayan superado la barrera de los cien mil espectadores, en una población que hoy se estima de más de 25 millones de habitantes.

Para reflexionar sobre el tema, el blog "paginas del diario de satán" que dirige el crítico Ricardo Bedoya, planteó hace algunas semanas un interesante debate sobre las razones del fracaso del cine peruano:


El artículo motivo comentarios del cineasta Alvaro Mejía, el responsable de este blog, y el crítico John Campos:


Finalmente el propio Bedoya, ensayó algunas respuestas para las preguntas formuladas en su primer post:


Si bien es cierto que este interesante intercambio de opiniones, que se amplió en la lista de Cinemaperú, ha quedado momentamente cerrado; eso no quiere decir que se agote, ni mucho menos, ya que es parte de un urgente e imprescindible debate de la comunidad cinematográfica nacional sobre el cine que se hace y se difunde en el país. Porque cualquier podría preguntar, y con razón, que ante estos magros resultados y poca resonancia en sus espectadores "naturales", ¿por qué habría que seguir apostando al cine nacional?. Díficil interrogante que esta en manos de los cineastas peruanos, y no sólo del CONACINE, poner al frente y dilucidar con urgencia.

29 de enero de 2009

Trueba: "Ley de cine preserva cine independiente"


El realizador español Fernando Trueba, ganador del Oscar por Belle Epoque en 1992, reclamo hace poco la necesidad de mantener y mejorar la Ley de Cine en España, ante la arremetida de sectores ligados a las grandes Majors de Hollywood en contra de la nueva propuesta legislativa audiovisual que se discutia en la península.

En declaraciones recogidas por una web de cine hispano, el cineasta manifiesta que "La Ley del Cine es necesaria y la clave es preservar la existencia del cine independiente. Que los grandes tengan que hablar con los independientes". Mas adelante, afirmó que "los países deben crear medidas proteccionistas para protegerse de las tonterías que producen las majors". Trueba también reconoció que el cine está pasando por una situación "caótica" en todo el mundo.
"El gran cambio en la industria es el tecnológico, y en breve se impondrá el cine digital al de 35 mm. Realidad y tecnología van muy deprisa y, sin embargo, los que legislan y la propia industria siempre van por detrás", subrayó el autor de Calle 54.

A propósito, hace unos años Fernando Trueba escribió un interesante y polémico artículo contra la tesis del escritor peruano Mario Vargas Llosa en contra de la diversidad cultural y las leyes en fomento a la cultura. Artículo que fue publicado en el Perú por la revista BUTACA, número 21-22, de octubre del 2004. Por considerarlo de pleno interés y actualidad, lo reproducimos a continuación:


¡Viva la excepción cultural!

Fernando Trueba*

De vez en cuando, Mario Vargas Llosa se descuelga con un artículo que nos deja anonadados. Pero sus admiradores, entre los que me cuento, hemos aprendido a seguir apreciándole y valorándole a pesar de algunas de sus opiniones. Recientemente nos ha obsequiado con un par de artículos sobre los peligros que acechan a las políticas culturales proteccionistas de Francia y España –pobrecitos nosotros-, en los que pretende salvarnos de nosotros mismos. Leyéndolos, no puedo por menos que parafrasear a mi amigo Bebo Valdés en uno de sus latiguillos favoritos: “No me defiendas, oye, no me defiendas”. Pero con los años la gente de izquierdas, la gran mayoría de la minoría que lee, hemos seguido leyendo con pasión sus novelas, pese a ese desconcertante fenómeno que podría calificarse como “el extraño caso del Doctor Vargas y Mister Llosa”.

Cita Vargas Llosa dos argumentos principales que utilizamos los defensores de la excepción cultural. Uno, el deseo de que la cultura no sea tratada como una mercancía y sea excluida de las negociaciones sobre libre flujo de mercancías. Y dos, que “los productos culturales sean objeto de un cuidado especial por parte del Estado para salvaguardar la identidad, el alma, el espíritu de los pueblos”. En realidad, solo existe un argumento, el primero. El segundo es un hábil invención de Vargas Llosa en la que apoyar toda su posterior argumentación.

El primer argumento, el único y real, es despachado rápidamente por “antidemocrático”. Según Vargas Llosa, con este argumento pretendemos socavar la santa libertad de los espectadores, pueblo soberano, y obligarles a ver nuestras películas. Como sabe él muy bien, para que la libertad de elección del espectador exista hace falta primero que exista otro cine, y no sólo el de las grandes compañías americanas que controlan prácticamente todo el mercado audiovisual en España, en Europa y en el mundo. Pero no sólo controlan la producción sino, lo que es aún más grave, también gran parte de la distribución y la exhibición, incluso mediante practicas que en su propio país están prohibidas por leyes antitrust para defender la libre competencia y que en Europa, y en países como España en especial, o no existen o no se aplican. El gran fallo de este argumento es que significaría un “despotismo ilustrado versión siglo veintiuno”, pues pondría, según Vargas Llosa, las decisiones sobre la cultura en manos de burócratas, parlamentarios y comisiones. Objeción a su vez profundamente antidemocrática, pues equivaldría a poner en cuestión la democracia misma, ya que son las comisiones, burócratas, partidos y parlamentos los encargados de ponerla (la democracia) en práctica. ¿Debemos por ello rechazar el sistema democrático? Según Vargas Llosa, supongo que sí, pues si tan malo es para el arte y la cultura, mucho peor sería aún para la sociedad en su conjunto.

Demuestra Vargas Llosa desconocer el sistema de ayudas español, puesto que las ayudas al cine son proporcionales a la recaudación de las películas, corrección realizada ya hace años y a petición de la propia industria para vincular las ayudas al gusto del público, con una pequeña excepción dedicada a primeras obras y cine de experimentación. Creo que eso debería tranquilizar su desinteresada preocupación por el posible subjetivismo de las ayudas.

El segundo argumento, creado por el propio autor para servirse en bandeja la forma de rebatirlo, consiste en identificar burdamente la excepción cultural con el nacionalismo más ramplón, aquel que defiende una identidad cultural colectiva de las naciones. La propia idea de “excepción cultural”, heredera de la cultura de la Ilustración y del progresismo universalista, nace y tiene como único fin defender la cultura como expresión de creadores individualistas y libres. Pero la “diversidad contradictoria” que constituye la riqueza cultural de Francia y España, y por la que Vargas Llosa dice preocuparse tanto, no existiría sino existiera una política cultural decidida, en el caso francés, frágil y tímida en el español. ¿Por qué temen algunos que España se alinee junto a Francia en política cultural? ¿Cuál es el “mal ejemplo” francés? Washington y las majors de Hollywood intentan aislar a Francia del resto de sus aliados europeos en materia cultural. Porque saben que eso sería la derrota definitiva del audiovisual europeo. Esta industria es la segunda en importancia para los Estados Unidos y por ello el dossier liberalizador del mercado audiovisual europeo figura en primer lugar de los intereses americanos en todas las negociaciones comerciales transcontinentales.

Pero lo cierto es que Francia ha sido tradicionalmente tierra de acogida para artistas e intelectuales de todo el mundo, y no hace falta citar nombres, de Picasso a Kundera, de Ciorán a Semprún. La lista llenaría este periódico. ¿Cuál es el chovinismo francés al que se refiere Vargas Llosa? ¿El que ha permitido rodar en Francia a Polansky y a Losey, a Kieslowski y Kiarostami, a Bertolucci y Buñuel? La que co-financia películas de David Lynch, Pedro Almodóvar o Woody Allen?. Pero es que además, si en los años sesenta surgió un incipiente cine africano, hoy una realidad, se debe sobre todo a la denostada política cultural francesa. Probablemente el cine iraní de estos años, uno de los más interesantes y vivos de la actualidad, no sería igual sin la colaboración francesa. Muy lejos del tradicional tópico del ”chovinismo” que tanto suele reprochárseles, los franceses han dado una vez más una gran lección de apertura, universalidad y generosidad. Entregar el mercado audiovisual europeo a las compañías americanas no significa sólo la desaparición del cine en Europa, sino también en gran parte del planeta.

Y probablemente de esto es de lo que se trata y no de otra cosa. De convertir a los espectadores del mundo en consumidores de la insulsa industria de videojuegos en que los mercaderes han convertido a Hollywood. Exactamente lo contrario de lo que este nombre simbolizó en el cine mundial en su época dorada, cuando produjo todos los grandes clásicos que inspiraron a cineastas de todo el mundo.

Según Vargas Llosa, la aceptación de la excepción cultural significa admitir que la cultura y la libertad son incompatibles. ¿A qué libertad se refiere? ¿A la de que dos películas estrenadas con mil copias cada una ocupen por sí solas dos tercios de las pantallas de un país? ¿Por qué le preocupa más la posibilidad de que podamos ser “dirigidos” por el poder que la de que simplemente desaparezcamos de la faz de la Tierra? Creen en la necesidad de que el Estado establezca unas reglas de juego justas y vigile su cumplimiento no significa creer en totalitarismos, ni siquiera en Estados mecenas.

Los que defendemos la excepción cultural, defendemos el derecho a la existencia de todas las cinematografías. Quizá Vargas Llosa ignora lo decisiva que fue la cooperación de la televisión (pública) española en los ochenta para que el cine suramericano no dejara de existir en un momento de brutal crisis económica. ¿Es ello nacionalismo o defensa de las “esencias”? Jamás la excepción cultural ha incurrido en la aberración de hacer de la lengua seña de identidad cultural. Tamaño dislate constituyó el eje central de la política cinematográfica de Jordi Pujol en Cataluña y sólo consiguió poner al cine catalán en la cola de las cinematografías del Estado español, cuando Cataluña ha estado siempre en la vanguardia de cualquier otra disciplina artística. Al contrario, la excepción cultural tiene vocación universalista y no ve la globalización como aniquiladora, sino como fuente de difusión y conocimiento. La globalización sólo es aniquiladora cuando es unidireccional.

Afirma Mister Llosa que “la idea de proteger la cultura es ya peligrosa. Las culturas se defienden solas”. Terrible afirmación ésta. ¿Cómo se defienden las culturas? ¿Cómo se defendieron la Biblioteca y el Museo Nacional de Bagdad? Menos mal que no esta todo perdido y, en el párrafo anterior, reaparece el doctor Vargas –como le echábamos de menos- abogando por “abrir puertas y ventanas para que todos los productos culturales del mundo circulen libremente, porque la cultura de verdad no es nunca nacional sino universal”. Aquí se da la mano con todos los que luchamos en todos los continentes primero porque todas esas cinematografías existan, segundo porque se les permita viajar y tercero porque lleguen a todos sus potenciales espectadores en todas las partes del mundo, para que acerquen nuestras sociedades respectivas, para que por esa ventana que es el cine nos asomemos a otras culturas, otros lugares, otras costumbres, otras razas, otras lenguas; para que nos miremos en otros ojos y empecemos a pensar que ese pueblo único hecho de tantos pueblos diferentes sea una realidad. Pero para ello, don Mario –Vargas o Llosa-, primero tenemos que impedir su extinción.

Limitar el papel del Estado a la preservación del patrimonio del pasado, idea de la cultura plenamente aznarista, es ignorar que para que el patrimonio exista, primero hay que crearlo. La derecha española, tradicionalmente enfrentada a la cultura viva, se ha refugiado en la muerta, sólo aparentemente menos molesta, pues de vez en cuando algún poeta muerto le quema las manos.

*Este artículo fue publicado en el diario El País de España, el viernes 20 de agosto de 2004.

Uruguay ya tiene Ley

En mayo del 2008, y en un tiempo más breve de lo esperado, el Congreso uruguayo aprobó la tan ansiada nueva Ley de la cinematografía de la República Oriental del Uruguay (Ley 18284). Con ello, los cineastas de este país, que con Paraguay eran los únicos que carecian de una ley de promocuón a la producción audiovisual en la región, lograron una reinvindicación que tenía casi 50 años de lucha, y que ha sido saludada en todo Iberoamérica (Uruguay forma parte desde hace años del Programa Ibermedia).

La Asociación de Productores y Realizadores de Cine del Uruguay (ASOPROD), se manifestó satisfecha por haberse conseguido la referida norma, tras tantos años de batallar para colocar al cine charrúa a la par de otros países del continente.


La Ley crea el Instituto del Cine y el Audiovisual del Uruguay (ICAU) para el que se destina una partida inicial de un millón de dólares destinada a concursos y apoyos no sólo a la producción, sino al guión, post producción, distribución y comercialización, formación y preservación de obras audiovisuales. La ley establece, además, exoneraciones e incentivos tributarios con el fin de promover la realización integral de la producción en el país.


Para darnos una idea del alcance de esta nueva legislación, transcribimos unas declaraciones al diario La Repúvlica del Uruguay, de Martín Papich, Director de la ICAU: "Ese marco institucional favorable que se empieza a desarrollar en los últimos 3 años al cual nosotros desde lo institucional lo formulamos como una premisa de integralidad programática. O sea este es un sector que por su complejidad no puede ser atendido en forma simplificada, no puede ser atendido solamente desde un ámbito desde la política pública o de un ámbito ministerial.

La ley como política pública apunta al ciudadano, no apunta al realizador. No está creada para otorgarle fondos al realizador sino que está para favorecer procesos de desarrollo que involucran la actividad cinematográfica y audiovisual. Eso conceptualmente para nosotros es muy importante, porque la ley de cine no solamente atiende la producción de contenidos sino también apunta a toda la cadena de valor, apunta a las etapas de desarrollo, de guionado, apunta a las etapas de producción por supuesto, pero también a la distribución, a la exhibición, a la formación, genera señales para la televisión también.

Partimos de la base de que las leyes no hacen cine, quienes hacen cine audiovisual son los que están embarrados en este sector haciendo cosas.

Las leyes, lo que generan son marcos adecuados de sociedad de instrumentos públicos con el desarrollo de esta actividad.

En ese sentido, lo que genera como nuevo es desde el punto de vista institucional un instituto nuevo que tiene una figura jurídica desconcentrada y que de alguna forma ello permite cierta agilidad para de alguna forma emparentar la dinámica del sector con la dinámica de un espacio institucional público como es el ICAU, hoy día. Lo novedoso también es primero una ley de cine después de cincuenta años en Uruguay, que fue posible por el marco institucional favorable, por la prioridad que se define para el sector y porque se definió un fondo, un dinero presupuestal que respalda los objetivos que apuntan a toda la cadena de valor.

Hay 25 millones de pesos para respaldar los objetivos como primer elemento que se visualiza con claridad, cual es el compromiso del Uruguay de estos años. Y en segundo lugar, lo que hace la ley de Cine y Audiovisual es captar los mecanismos de incentivo fiscal promovidos a partir de esta ley llamada mecenazgo.


Por lo tanto, va a ver este fondo de 25 millones de pesos que hoy son un millón y pico de mil dólares, y este otro mecanismo por el cual los privados van a poder participar y tener ventajas desde el punto de vista impositivo".


Lo cierto es que la Ley de Cine va dando sus frutos, y el 2008 fue un año bastante significativo para la producción de ese país, tanto a nivel de la crítica como del público. Mayor información al respecto en los siguientes paginas uruguayas: