13 de julio de 2009

La última de las Major's

Realmente, no dejo de asombrarme del nivel mental de los señores distribuidores.

No me refiero a su cultura o grado educativo siquiera, sino al tino y tacto que deben mostrarse en el mundo de los negocios y las meras relaciones públicas; incluso en la interpretación más restrictiva de la misma.
Aparentemente, el "convenio de confidencialidad" mencionado más abajo no está dirigido a identificar o detener a algún presunto pirata al interior de la comunidad de prensa y crítica cinematográficas en el país.Ello porque las medidas de seguridad para tal fin se están anunciando con bombos y platillos (aunque suena un poco extraño eso del "arresto ciudadano" cuando ya la policía y una compañía de seguridad van a estar presentes). Es decir, que si de verdad se van a tomar las medidas anunciadas, obviamente ningún presunto pirata se expodría a llevar una cámara; ya que le están avisando de que será revisado o vigilado por la policía.

Si realmente se tratará de una acción contra la piratería, nada de esto se anunciaría y más bien se actuaría para detener a los supuestos piratas. Y si tal cosa ocurriera (sea en una función de prensa como en cualquier presentación pública), entonces sí estaríamos ante una real acción disuasiva con algún efecto sobre la piratería.Pero como este no es el caso, en realidad estamos ante un simple insulto a los miembros de la prensa cinematográfica.

Y si este es su comportamiento ante quienes difundirán sus películas, cabe preguntarse cuál es su actitud ante el público.Conviene recordar que hace un par de años se exhibió en Lima una copia grotescamente censurada del filme La mujer de mis pesadillas, de los hermanos Farrelly; sin ningún aviso al público. Esto fue motivo de una denuncia pública de la Asociación de prensa Cinematográfica (APRECI), acogida por colegas de los medios escritos.

Sin embargo, meses después de la denuncia se vendieron copias legales en DVD de la misma película, en una versión que se anunciaba como "sin censura"; copia autorizada por los propios distribuidores.Es decir, que -en el tiempo- posiblemente más personas verán la copia original completa en DVD (personalmente, adquirí una en Wong); incluso, quizás, sin recurrir a copias piratas. Y este no es el único caso. Otra distribuidora exhibió Crimen y lujuria de Ang Lee en una versión cercenada en 20 minutos.

Nunca han habido respuestas formales u oficiales de estas empresas ante lo que son claros atropellos a los derechos del público. Atropellos que ellos mismos ponen en evidencia. Es decir, este no es un asunto opinable, sino que se trata de hechos tangibles y evidentes, empíricamente comprobables.Obviamente, no hay explicaciones oficiales de esto porque ello tiene consecuencias legales, también para los exhibidores (aunque es fácil suponer el tipo de prejuicios que alimentan tales acciones.)

Y actúan con total impunidad por la simple razón de que se trata de empresas con un tremendo poder. Poder resultante de su condición de monopolios y oligopolios en la distribución de películas. Es por ello que se pueden dar el lujo de actuar impunemente, incluso con las propias películas que ellos distribuyen (no hablemos de lo que se deja de distribuir y exhibir); y de insultar a la prensa y maltratar al público, en asuntos muy sensibles como los expuestos.

En consecuencia, hablamos de empresas que no hacen bien su trabajo, no brindan un buen servicio -acorde a estándares mínimos-, ni son confiables. Fuera de esto, limtan cuando no impiden la exhibición de la enorme oferta cinematográfica internacional.Consecuencia de ello es que estimulan la piratería, ya que censurar o cercenar películas promueve la ilegalidad, de igual forma que limitar la oferta.

Mientras que iniciativas fronterizas, como la arriba mencionada, indican -para decirlo suavemente- ofuscación mental; antes que alguna estrategia contra una piratería que se alimenta de las cintas que podrían distribuirse y de otras que nunca se exhiben en cines del país.

Es por ello que encuentro justificada la desconfianza frente al presunto aporte "voluntario" propuesto por un determinado proyecto de ley de fomento de la cinematografí a nacional.Esto no tenemos que verlo necesariamente desde un punto de vista ideológico, sino a partir de antecedentes muy claros.

Esta gente sin duda ve únicamente lo que interpreta como sus propios beneficios; y cuando piensa en el público o la prensa, puede tomar iniciativas como las descritas. ¿Cómo actuará frente a los cineastas locales si la ley se lo permite?.

Juan José Beteta


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