¿Por qué los representantes de la APCP decidieron patear el tablero y no continuar más en las negociaciones con el Colectivo de Cineastas? , me han preguntado varios colegas y amigos en estos días, y voy a tratar de ensayar aquí una respuesta que escape, en lo posible, de lo personal y la subjetividad (aunque, ya sabemos, en estas cosas nadie puede ser objetivo).
Sin duda, en la Asociación de Productores hay cineastas y amigos de mucho tiempo atrás que, más allá de las discrepancias actuales y coyunturales, no dejan de formar parte del gremio ni, espero, lleven estas diferencias y discusiones a un plano personal y adjetivo. Por mi parte, creo haber participado en estas semanas con respeto y sin ataques personales, lo que no evita la firmeza, en defensa de mis públicas opciones y planteamientos, frente a todos mis interlocutores.
Ahora bien, como la ley y las propuestas en juego son siempre un tema debatible, es normal no sólo que haya diversas ópticas y posiciones entre el Colectivo y la APCP, sino al interior de los propios organismos e instituciones. La diferencia es, creo, que mientras en el Colectivo aceptamos y procesamos democráticamente nuestras diferencias, porque somos una unidad en la diversidad; en la APCP parece más bien existir un espíritu de cierra filas, imponiendo a sus asociados el “centralismo democrático” al viejo estilo de los partidos políticos, alineando cualquier voz discrepante con la dirección. No de otra manera se explica el intento de renuncia de su Presidente –difundido en mails que se hicieron públicos en Cinemaperú- y que, al parecer, finalmente sirvieron para fortalecer la posición más dura en la negociación con el Colectivo.
Pero ¿por qué esa negativa a buscar un consenso con los propios cineastas antes que con los otros sectores de la actividad cinematográfica? ¿por qué, además, la poca disposición de la dirección de la APCP a defender y debatir sus argumentos públicamente? . El Colectivo, por ejemplo, ha promovido un Comunicado muy claro y directo en contra de la Ley Raffo, convocándose a las firmas de todo el sector. Del otro lado, en cambio, sólo leímos correos llamando a no firmar nuestro comunicado pero no hemos visto ninguna manifestación preactiva o abierta de respaldo al proyecto con que dicen identificarse, y al que no están dispuestos ni siquiera a modificar ¿apatía? ¿pudor? ¿temor? ¿vergüenza? ¿carencia de ideas?...
Tratando de ensayar una respuesta a la pregunta inicial, creo que algunos miembros de la APCP, que desde tiempo atrás manifestaron públicamente no estar de acuerdo con la búsqueda de una nueva ley, y sentirse más que conformes con la actual, nunca se sintieron cercanos a la Ley Peralta, porque implicaba una modificación de la 26370, no importa si para mejor. En cambio la ley Raffo les parece un regalo caído del cielo, no importa si eso significa renunciar definitivamente al impuesto municipal a beneficio de las Majors, y que las condiciones de pago sean “voluntarias” y “temporales” (porque esta sujeto a un Convenio privado).
Por eso, en nombre del pragmatismo y la supuesta viabilidad política de la “ley de masificación” (no comprobada, más allá de firmas) es que se incorporan casi como furgón de cola del proyecto trasnacional, sin cuidar siquiera las formas con el congresista Peralta, que tanto nos ha apoyado en los presupuestos al CONACINE en los últimos años.
No quisiera pensar que otros motivos, más coyunturales y privados, han animado este involucramiento, como las urgencias de trato, de varios miembros de la APCP, para próximos estrenos con distribuidores y exhibidores, porque en ese caso si se estaría cometiendo una grave irresponsabilidad al sacrificar nuestro futuro en función de lo inmediato y personal.
Tampoco quiero creer, a pesar de algunas expresiones destempladas en ese sentido, que algunos miembros de la APCP se sientan realmente por encima de todo el conjunto del gremio reunido en el Colectivo, por el hecho de ser productores y directores, olvidándose que el cine, en todas partes, y el Perú por supuesto no es una excepción, es un arte colectivo y que nos involucra a todos. Y que con los mismos argumentos que muchas veces se reclama mística y sacrificio a los trabajadores en las producciones, hay que aprender a oírlos y reconocerlos como interlocutores tan validos como cualquiera, en todos los temas que nos involucran. Adicionalmente, se deja de lado a todo un grupo importante de cineastas, jóvenes y no tanto, que en cualquier momento, dada las características de la producción nacional, son o pueden ser productores y/o directores, además de los promotores culturales cuya labor, en última instancia, sólo redunda en beneficio de todos los realizadores audiovisuales.
Quiero confiar, aunque ahora suene iluso, que este penoso distanciamiento es temporal y que, más temprano que tarde, volveremos a estar todos juntos en la lucha por el cine peruano. Hemos recorrido demasiados años juntos para que ahora, por unos centavos o millones, no importa la cifra, terminemos enfrentados entre colegas, negando al otro y cerrando el camino al diálogo, que es la base de toda democracia.
Christian Wiener
13 de julio de 2009
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